Crecí en el residencial público Antonio Márquez Arbona de Arecibo, Puerto Rico. Mi madre, una mujer soltera, sorda y muda, hizo todo lo posible para darme una mejor vida. A mis seis años fui removido de mi familia por servicios sociales, entrando en una etapa de abusos físicos y mentales que marcaron mi infancia.
En una de las pocas visitas con mi madre, me regaló una figura de Captain America y me dijo, con su limitada capacidad de hablar, que cuando sintiera miedo jugara con ese muñeco porque yo también era un héroe. Ese momento definió mi vida.
Las historias fueron mi refugio, mi salvavidas, y me ayudaron a reconstruirme tras el trauma.
Hoy, a mis 35 años, escribo historias para ayudar a otros niños que estén pasando por lo mismo o situaciones peores. “El Gran Canto de Tico” es mi primer cuento, y mi misión es llevarlo a cada hogar donde viva un niño puertorriqueño en la isla y en la diáspora.